Siempre disfruté del sexo. Amo el sexo. Siempre he dicho que el sexo malo no existe porque es bueno por el solo hecho de ser sexo. De todas maneras la idea no es filosofar sobre sexo. Muy por el contrario, mi idea es contarles aquella maravillosa escena de la que gocé luego de haber descubierto en el voyeurismo uno de mis más grandes placeres.
Luego de haber probado casi todo lo que pude en materia de sexo descubrí que podía gozarlo tanto fornicando como simplemente viendo como otros lo hacían. El mejor recuerdo que guardo de aquellas prácticas del voyeurismo fue cuando una pareja de amigos y mi marido fornicaron entre si.
Estábamos los cuatro vacacionando en una cabaña. Era invierno y afuera estaba todo lleno de nieve. La noche era maravillosa. El olor de la madera, el calor de la chimenea y el vino seducían a cualquier criatura a cualquier práctica sexual.
Habíamos tomado ya lo suficiente como para que empezáramos con lo que debíamos hacer. Marcos y José, nuestra pareja de amigos, empezaron a besarse frente a la chimenea. Se fueron calentando cada vez más, y empezaron a acariciarse sus partes. Mi marido y yo mirábamos como los hombres se tocaban y besaban de manera caliente mientras ambos nos pajeábamos.
Marcos y José habían quedado desnudos con sus pijas totalmente erectas. Echaron una mirada a nosotros que claramente se traducía como la invitación a un festín. Lo miré a mi marido y le pedí que fuera. Mi marido y Marcos besaban intensamente a José, quien parecía que iba a entregar su culo a voluntad de los dos machos que le manoseaban como a una puta.
Tocaron todo el cuerpo de José mientras lo sometían a su voluntad. Lo obligaron a mamar sus pijas y a regalar su culo para que lo chuparan y le metieran sus dedos como tuvieran ganas. José era un solo gemido de placer. Yo me masturbaba mientras veía las expresiones que causaban en el rostro de José aquellas mezclas de dolor y disfrute a las que estaba siendo sometido.
Cuando el culo de José estuvo lo suficientemente abierto como para que le entraran aquellas dos majestuosas vergas Marcos y mi marido empezaron a cogerlo. Primero Marcos, luego mi marido, mas tarde descansaban y hacían que les mamara la verga, luego volvían a cogerlo de a uno por vez, y cerca del final del coito le penetraron el ojete con las dos vergas al mismo tiempo. ¡La cara de José era una maravilla! ¡Explotaba de dolor y de placer! Sus gritos eran tan estimulantes… Recuerdo como les advertía que estaba cerca de largar su leche suplicando que siguieran cogiéndolo así hasta que acabara.
Le metieron y le sacaron las pijas de su culo dos o tres veces para hacerlo acabar, cosa que consiguieron sin mucho trabajo porque José estaba que no aguantaba más. Luego de eso Marcos se puso frente a José e hizo que lo mamará hasta que le llenó la cara de leche. La cantidad de leche que había sobre sus labios y sus mejillas era mucha, lo suficiente como para ponerle un poco en la boca y otro poco en el ojete.
Marcos pasó la mano por la cara de José y sacó un poco de leche que llevó hasta el culo que mi marido aún se estaba cogiendo, le indicó a mi marido que sacara su pija y pasó su leche por el culo de José a modo de lubricante. Le pidió a mi marido que siguiera cogiéndolo para meterle con la pija la leche de ambos en el culo. Mi marido accedió, pero la excitación que le produjo esto hizo que eyaculase pronto.
¡Ah! Que maravilla de escena había presenciado. Explotaba de placer y no bastaba tocarme la pija que necesité meterme una mano en el culo para terminar largando mi leche sobre el suelo. Esta historia me ha valido muchas pajas cada vez que la recuerdo… Las caras y gritos de José eran magníficos. El olor a sexo estaba en toda la sala, y yo podía verlo sin preocuparme por ser descubierto. ¡Que delicia!