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segunda-feira, 10 de setembro de 2012

La diferencia se ve en el cerebro.


La diferencia se ve en el cerebro.

Se decubrió que los homosexuales son más parecidos a personas del sexo opuesto.

La discusión sobre la naturaleza de la homosexualidad mueve a la psicología y otros campos de la ciencia. ¿Seria esta determinada por factores biológicos o culturales? Hasta mediados del siglo XX no había muchas dudas sobre la cuestión. La homosexualidad era catalogada por la Organización Mundial de la Salud como un disturbio mental y la culpa casi siempre recaía sobre la educación recibida de los padres. Freud consideraba la homosexualidad una forma de retraso en el desarrollo del individuo, causado por un padre ausente o por una madre sobreprotectora. Los estudios más recientes indican que, aunque las experiencias de vida puedan contribuir a que alguien se vuelva homosexual, los factores biológicos, decididamente, tienen un papel en ese proceso. Una investigación divulgada la semana pasada, hecha por el Stockolm Brain Institute, del Instituto Karolinska, en Suecia, fue recibida por el ambiente científico como la prueba más consistente hasta hoy del peso del factor biológico en la homosexualidad. La conclusión de la investigación muestra que el cerebro de personas homosexuales se asemeja más al de los individuos del sexo opuesto que al de heterosexuales del mismo sexo.
En la investigación, noventa voluntarios fueron sometidos a exámenes de tomografía y resonancia magnética en el cerebro. Los científicos vieron que tanto hombres heterosexuales como mujeres homosexuales presentan una asimetría: el hemisferio cerebral derecho es un poco mayor que el izquierdo. Entre hombres homosexuales y mujeres heterosexuales, por otro lado, el tamaño de los dos hemisferios es equivalente. Las imágenes más elocuentes de la investigación fueron  obtenidas al observar las conexiones de las amígdalas cerebrales. Hombres gays y mujeres heterosexuales presentan más conexiones neuronales en la amígdala izquierda, mientras que en las lesbianas y los hombres heterosexuales ellas predominan en la amígdala derecha. “Es probable que esas diferencias se establezcan en el útero o muy temprano en la infancia”, afirma la coordinadora del estudio, la sueca Ivanka Savic. La relevancia de la investigación sueca es reforzada por el hecho de que las imágenes fueron captadas con el cerebro de los voluntarios en reposo, o sea, sin el estímulo de imágenes sugestivas o de tareas mentales a ser realizadas, como ocurre en la mayoría de los trabajos de este tipo.
Estudios anteriores ya habían demostrado similitudes entre homosexuales y heterosexuales del sexo opuesto. Hombres homosexuales y mujeres heterosexuales tienen, estadísticamente, desempeño inferior en tareas de orientación y navegación. Esa función es procesada primariamente por el lóbulo parietal derecho, más desarrollado en los hombres que en las mujeres. Por otro lado, mujeres heterosexuales y hombres homosexuales acostumbran a sobresalir en los tests verbales, lo que puede ser explicado por la mayor simetría de los circuitos del lenguaje en el cerebro femenino. O sea, ellas utilizan los dos lados del cerebro para ejecutar una tarea que los hombres concentran apenas en el hemisferio izquierdo. Las investigaciones que llegaron a esas conclusiones, sin embargo, no tienen como afirmar si las diferentes formas de reaccionar de los cerebros homo y heterosexuales se deben a razones biológicas o resultaron del aprendizaje. El estudio del Instituto Karolinska está a favor de la primera alternativa.
Las investigaciones que atribuyen orígenes biológicos al homosexualismo acostumbran a causar controversias entre personas que se relacionan con el mismo sexo. Parte de la comunidad gay avala que ellas son positivas porque muestran que el homosexualismo es una característica innata, como el color de los ojos, y, por lo tanto, algo natural. Aunque hay quienes entienden que esas investigaciones pueden llevar a la conclusión de que el homosexualismo es una anomalía, una enfermedad hereditaria. Los que participan de esa opinión temen que se instale la eugenesia sexual, con intenciones de intervenir en  los embriones para prevenir el nacimiento de homosexuales. Hasta los años 60, los homosexuales eran sometidos a terribles tratamientos, que incluían desde choques eléctricos hasta transplantes de testículos. Solo en los años 70 ellos pudieron comenzar a reivindicar la plena aceptación por la sociedad. Los avances sociales conseguidos quedaron claros en hechos como el de la semana pasada en California, cuando se celebraron centenares de casamientos gays, al cobijo de una ley estatal que oficializó la unión entre personas del mismo sexo. Entre los novios estaba hasta el actor George Takei, inmortalizado como el Capitán Sulu de la serie Viaje a las Estrellas.
Desde la antigua Grecia se buscan explicaciones para el homosexualismo. En su obra ‘El banquete’, escrita en el siglo IV a.C., Platón atribuía al dramaturgo Aristófanes la narrativa que sigue. En el comienzo de los tiempos, las criaturas eran duplicadas. Había hombres pegados a hombres, mujeres a mujeres y hombres a mujeres. Esas criaturas se volvieron en contra de los dioses e intentaron escalar hasta el cielo para embestir contra ellos. Zeus reaccionó y, para debilitar las criaturas, las partió al medio. Desde entonces, cada uno de los seres humanos busca su mitad. Las mitades andróginas se complementan en una pareja formada por un hombre y una mujer. Las mujeres originadas de la criatura femenina buscan a otras mujeres, y lo mismo sucede con los hombres resultantes de una criatura masculina. Al comentar la situación de los hombres que se enamoran de otros hombres, Aristófanes dijo: “No es por descaro que lo hacen, pero por audacia, porque acogen lo que les es semejante”. Más de dos mil años después, con menos poesía, cabe a la ciencia explicar el homosexualismo.

Traducción del texto que aparece en http://veja.abril.com.br/250608/p_168.shtml