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terça-feira, 25 de dezembro de 2012

Historia II.



Siempre disfruté del sexo. Amo el sexo. Siempre he dicho que el sexo malo no existe porque es bueno por el solo hecho de ser sexo. De todas maneras la idea no es filosofar sobre sexo. Muy por el contrario, mi idea es contarles aquella maravillosa escena de la que gocé luego de haber descubierto en el voyeurismo uno de mis más grandes placeres.
Luego de haber probado casi todo lo que pude en materia de sexo descubrí que podía gozarlo tanto fornicando como simplemente viendo como otros lo hacían. El mejor recuerdo que guardo de aquellas prácticas del voyeurismo fue cuando una pareja de amigos y mi marido fornicaron entre si.
Estábamos los cuatro vacacionando en una cabaña. Era invierno y afuera estaba todo lleno de nieve. La noche era maravillosa. El olor de la madera, el calor de la chimenea y el vino seducían a cualquier criatura a cualquier práctica sexual.
Habíamos tomado ya lo suficiente como para que empezáramos con lo que debíamos hacer. Marcos y José, nuestra pareja de amigos, empezaron a besarse frente a la chimenea. Se fueron calentando cada vez más, y empezaron a acariciarse sus partes. Mi marido y yo mirábamos como los hombres se tocaban y besaban de manera caliente mientras ambos nos pajeábamos.
Marcos y José habían quedado desnudos con sus pijas totalmente erectas. Echaron una mirada a nosotros que claramente se traducía como la invitación a un festín. Lo miré a mi marido y le pedí que fuera. Mi marido y Marcos besaban intensamente a José, quien parecía que iba a entregar su culo a voluntad de los dos machos que le manoseaban como a una puta.
Tocaron todo el cuerpo de José mientras lo sometían a su voluntad. Lo obligaron a mamar sus pijas y a regalar su culo para que lo chuparan y le metieran sus dedos como tuvieran ganas. José era un solo gemido de placer. Yo me masturbaba mientras veía las expresiones que causaban en el rostro de José aquellas mezclas de dolor y disfrute a las que estaba siendo sometido.
Cuando el culo de José estuvo lo suficientemente abierto como para que le entraran aquellas dos majestuosas vergas Marcos y mi marido empezaron a cogerlo. Primero Marcos, luego mi marido, mas tarde descansaban y hacían que les mamara la verga, luego volvían a cogerlo de a uno por vez, y cerca del final del coito le penetraron el ojete con las dos vergas al mismo tiempo. ¡La cara de José era una maravilla! ¡Explotaba de dolor y de placer! Sus gritos eran tan estimulantes… Recuerdo como les advertía que estaba cerca de largar su leche suplicando que siguieran cogiéndolo así hasta que acabara.
Le metieron y le sacaron las pijas de su culo dos o tres veces para hacerlo acabar, cosa que consiguieron sin mucho trabajo porque José estaba que no aguantaba más. Luego de eso Marcos se puso frente a José e hizo que lo mamará hasta que le llenó la cara de leche. La cantidad de leche que había sobre sus labios y sus mejillas era mucha, lo suficiente como para ponerle un poco en la boca y otro poco en el ojete.
Marcos pasó la mano por la cara de José y sacó un poco de leche que llevó hasta el culo que mi marido aún se estaba cogiendo, le indicó a mi marido que sacara su pija y pasó su leche por el culo de José a modo de lubricante. Le pidió a mi marido que siguiera cogiéndolo para meterle con la pija la leche de ambos en el culo. Mi marido accedió, pero la excitación que le produjo esto hizo que eyaculase pronto.
¡Ah! Que maravilla de escena había presenciado. Explotaba de placer y no bastaba tocarme la pija que necesité meterme una mano en el culo para terminar largando mi leche sobre el suelo. Esta historia me ha valido muchas pajas cada vez que la recuerdo… Las caras y gritos de José eran magníficos. El olor a sexo estaba en toda la sala, y yo podía verlo sin preocuparme por ser descubierto. ¡Que delicia!

sábado, 22 de dezembro de 2012

Historia I.


Recuerdo aquella noche, fue en julio. Hacía mucho frío y yo estaba en casa con Manuel, un amigo de mi novio. Durante la tarde Manuel y yo habíamos ido juntos a hacer compras para la cena. Era el cumpleaños Fede y queríamos darle una sorpresa: Una cena para sus amistades más íntimas luego del trabajo.
Me acuerdo que cuando fuimos al super, Manuel tuvo algunos gestos extraños para conmigo. Me sedujo. Hicimos las compras apurados y fuimos al departamento. Una vez allí cuando empezamos a vaciar las bolsas de las compras nos rosamos varias veces las manos hasta que en un momento, cuando solo quedaba sacar un producto de la última bolsa, lo tomamos al mismo tiempo y nos miramos de manera profunda.
Lo que siguió fue algo muy pasional: ambos comenzamos a besarnos y a recorrer con las manos el cuerpo del otro. Nos acariciamos fuertemente los genitales hasta que nuestros penes estuvieron gloriosamente erectos. Nos acariciamos con ardor y poco a poco comenzamos a sacarnos la ropa.
Manuel me sacó la remera arrancándola en pedazos. La brutalidad con la que la arrancó me hizo sentir cómo las costuras de la tela me quemaban la piel al desgarrarse. Yo le desprendí despacio el cinturón y metí mi mano en su bóxer para poder tocarle la pija. Estaba dura como una piedra y totalmente mojada con el líquido preseminal.
Cuando dejé su pija completamente desnuda me agarró por la cabeza y me obligó a arrodillarme para mamarla, a lo que accedí con gusto. Chupe tanto su pija como él me lo permitió. Cuando me dijo basta hizo que me sacara los pantalones y me puso en cuatro. Empezó pasándome la lengua por el culo y terminó metiéndome varios dedos. Hizo esto hasta hacerme suplicarle que por favor me cogiera.
Cuando empecé con mis súplicas, a pedirle que por favor me penetrara, sacó su cara de mi culo y apoyó su pija donde antes pasaba su lengua. Me dio algunos chirlos en las nalgas, y luego, tomándome firmemente por la cintura, me penetró profundamente haciéndome sentir un dolor placentero. Me cogió en cuatro un buen rato y luego me pidió que me pusiera de pie contra la pared. Allí volvió a penetrarme varias veces hasta que el placer lo inundó y se le hizo inevitable llenarme el culo de leche.
Mi culo rebalsaba de leche y yo explotaba de placer. Le pedí que lamiera aquel elixir que chorreaba entre mis nalgas y seguía hasta caer por mis bolas, y que pasara su lengua por el agujero de mi culo para masturbarme hasta poder llenarle la boca de leche. Cuando llegué al punto que el placer me hizo explotar inundé su boca con mi leche y le pedí que me besara.
Luego de haber cogido nos tiramos a descansar en el sillón del living. Poco después, repuestos de nuestro desliz, nos dimos una ducha juntos. Preparamos la cena y esperamos a Fede, que iba a llegar acompañado por una compañera de trabajo de la cual era muy amigo. Cenamos los cuatro, y una vez terminada la cena Manuel y la amiga de Fede se retiraron dejándonos a Fede y a mi libres para gozar de nuestra intimidad.
Fin.

domingo, 2 de dezembro de 2012

Cuento.


Era una noche fría de invierno, una de esas noches en que no importa cuán abrigado esté uno porque el frío de todas formas penetra hasta los huesos. La condenada criatura volvía del hospital. Había ido temprano para visitar a su madre, que agonizaba desde hacía ya meses postrada en una cama. La joven señorita debía volver a su casa para dar la cena a sus hermanos más chicos y luego vestirse de puta para ganar algún dinero extra que permita solventar los gatos de una madre minusválida y tres infantes.
Aquella noche la muchacha llegó a la casa, preparó un caldo y se lo dio a de cenar a sus hermanos acompañado de unos trozos de pan duro. Hizo cenar a los niños, los acostó y entonces, ya liberada de lo único que la ataba a las tareas del hogar, comenzó a cambiarse la ropa. Empezaba a cambiar la apariencia de una jovencita respetuosa por la de una prostituta de arrabal.
Cuando estuvo lista salió a la calle. Sabía que no iba a ser una buena noche por el frío. Los únicos que buscarían su servicio serían hombres ricos que se mueven en auto, o borrachos que van de vuelta a sus casas. Caminó varias cuadras hasta llegar al lugar donde acostumbraba  a hacer su parada. Esperó un rato hasta que en la solitaria calle apareció un hombre conduciendo un auto y se paró a su lado para contratar sus servicios.
El hombre del auto le ofreció un buen dinero a la muchacha a cambio de satisfacer los deseos sexuales suyos y de un amigo más. La pobreza en la que vivía hizo que una cifra miserable la tentara a aceptar. Nunca había imaginado lo que aquella noche le tenía preparado. La muchacha se subió al auto y en lugar de a un hotel salieron de la ciudad. Fueron a un galpón donde se desencadenó la historia.
Los dos hombres le pidieron atarla para simular una violación. Ella accedió y las dos bestias la cogieron con violencia. La obligaron a hacer todo lo que ellos quisieron hasta lastimarla en las partes íntimas. Destruyeron su vagina y desgarraron su ano. La sangre de la puta se desparramaba por la escena mientras los dos hombres explotaban de placer. La observaron hasta  ver que la muchacha había perdido mucha sangre y que ya casi no tenía fuerzas. Fue entonces donde el echo más atroz tomó lugar.
Uno de los salvajes tomó un cuchillo y corto el abdomen de la mujer haciéndole salir todas sus viseras dando así un punto final a la vida de la desgraciada. Desvistieron el cuerpo y con el mismo cuchillo escribieron cortando en la espalda de la mucha la palabra PUTA. Terminada la obra, vistieron el cuerpo y lo dejaron en el mismo lugar donde antes lo habían recogido vivo. Claro, la habían sentado en la vereda para que el amanecer horrorizara a los madrugadores.

The end.