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domingo, 2 de dezembro de 2012

Cuento.


Era una noche fría de invierno, una de esas noches en que no importa cuán abrigado esté uno porque el frío de todas formas penetra hasta los huesos. La condenada criatura volvía del hospital. Había ido temprano para visitar a su madre, que agonizaba desde hacía ya meses postrada en una cama. La joven señorita debía volver a su casa para dar la cena a sus hermanos más chicos y luego vestirse de puta para ganar algún dinero extra que permita solventar los gatos de una madre minusválida y tres infantes.
Aquella noche la muchacha llegó a la casa, preparó un caldo y se lo dio a de cenar a sus hermanos acompañado de unos trozos de pan duro. Hizo cenar a los niños, los acostó y entonces, ya liberada de lo único que la ataba a las tareas del hogar, comenzó a cambiarse la ropa. Empezaba a cambiar la apariencia de una jovencita respetuosa por la de una prostituta de arrabal.
Cuando estuvo lista salió a la calle. Sabía que no iba a ser una buena noche por el frío. Los únicos que buscarían su servicio serían hombres ricos que se mueven en auto, o borrachos que van de vuelta a sus casas. Caminó varias cuadras hasta llegar al lugar donde acostumbraba  a hacer su parada. Esperó un rato hasta que en la solitaria calle apareció un hombre conduciendo un auto y se paró a su lado para contratar sus servicios.
El hombre del auto le ofreció un buen dinero a la muchacha a cambio de satisfacer los deseos sexuales suyos y de un amigo más. La pobreza en la que vivía hizo que una cifra miserable la tentara a aceptar. Nunca había imaginado lo que aquella noche le tenía preparado. La muchacha se subió al auto y en lugar de a un hotel salieron de la ciudad. Fueron a un galpón donde se desencadenó la historia.
Los dos hombres le pidieron atarla para simular una violación. Ella accedió y las dos bestias la cogieron con violencia. La obligaron a hacer todo lo que ellos quisieron hasta lastimarla en las partes íntimas. Destruyeron su vagina y desgarraron su ano. La sangre de la puta se desparramaba por la escena mientras los dos hombres explotaban de placer. La observaron hasta  ver que la muchacha había perdido mucha sangre y que ya casi no tenía fuerzas. Fue entonces donde el echo más atroz tomó lugar.
Uno de los salvajes tomó un cuchillo y corto el abdomen de la mujer haciéndole salir todas sus viseras dando así un punto final a la vida de la desgraciada. Desvistieron el cuerpo y con el mismo cuchillo escribieron cortando en la espalda de la mucha la palabra PUTA. Terminada la obra, vistieron el cuerpo y lo dejaron en el mismo lugar donde antes lo habían recogido vivo. Claro, la habían sentado en la vereda para que el amanecer horrorizara a los madrugadores.

The end.

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